martes, agosto 08, 2006

Lucía y el sexo - (no, no es un blog de películas)

Independientemente del tipo de relación, ya sea casual o “formal”, una mujer SIEMPRE desea ser percibida como especial por el otro. Chicos, a ver si nos entendemos, no tiene que ver con ser la novia, con compromisos ni nada por el estilo. Necesitamos (por lo menos las mujeres apasionadas, sensibles y profundas), generar relaciones que tengan el mismo nivel de apasionamiento, sensibilidad y/o profundidad, así sean de una noche. Lo que nos mata es descubrir que no pudimos despertar en el otro el gen mágico que lo habilita para percibir lo que hay de especial en nosotras. Las relaciones tienen que ser especiales. Ya hay bastante basura cotidiana en nuestra vida, no? (que me perdonen Agnès Heller y todos los que hallan que la vida cotidiana es una cosa de lo más interesante: no lo es). Eso, y ciertos contactos con el arte y la naturaleza son la única puerta que tenemos los que no somos brujos ni magas (por lo menos, no en esta vida), para acceder a la dimensión mágica de las cosas.
Si las relaciones son un aprendizaje, es, por cierto, de lo más frustrante descubrir que un hombre no aprendió nada con nosotras. Claro que, como consuelo, podemos pensar que esto se debe más a su condición de madera balsa que a otra cosa. Pero entonces nos tenemos que enojar con nosotras: ¿por qué permitimos a ese pedazo de madera balsa que entrara en nuestra vida? La respuesta es muy simple: porque no somos tan estúpidas como para desperdiciar una posibilidad de magia, por pequeña que sea. Aunque quede en chispas, o en nada. No cambio un destello de magia por años de tranquila y apacible cotidianeidad...

Estoy muy densa hoy con el tema de la magia y lo cotidiano, no? Ya sé que supuestamente no son cosas antagónicas (supuestamente). Estoy en mi segundo intento de bajar Lucía y el sexo, una película de Julio Medem. Tiene una secuencia bajo el agua que es la mejor explicación que se me ocurre y que me ahorraría muchas disquisiciones....porque una imagen (o mejor, una secuencia de imágenes), ya saben, is still an image, y el bla bla bla siempre pierde con eso. Yo no sé porqué me gusta tanto escribir...después me la paso diciendo que lo que cuentan son los hechos, no las palabras, y cosas por el estilo.

Me puse a pensar en esta película a raíz de una conversación con un hombre que por supuesto ignora que yo me puse a pensar en la película, ignora el porqué y seguramente ignora la película misma y probablemente suponga que la encuentra en la sección porno de su videoclub amigo. Hoy hablábamos con una amiga acerca de que muchas veces asumimos para los hombres el rol de disparadores de una película ideal que tienen en su cabeza, que por supuesto no tiene que ver con lo que nosotras somos sino con lo que a ellos les pasa, y que en cuanto les caen las fichas de que no somos la personita ideal que fantaseaban, se van, porque la mujer de carne y hueso nunca les interesa tanto (ni remotamente) como la princesa de papel que tienen en la cabeza. Bueno, me doy cuenta de que yo sigo el mismo esquema disparador-película, pero en un sentido diferente. Ese hombre es el disparador, sin saberlo, no de una imagen ideal, sino de la magia. No quiero que sea perfecto. No necesito que sea perfecto. Sólo necesito esos rasgos difusos e incompletos a partir de los cuales las imágenes vienen en cascada y se terminan las palabras (un placer tan extraño para alguien a quien le gusta tanto escribir!). El amor, decíamos hoy con mi amiga, no tiene que ver con las idealizaciones, con chicos de sonrisa impecable que entonan lamentos de corazones rotos y no sé qué otras boludeces que sólo sirven para confundir y estupidizar a la gente. El amor no son palabras. Nunca son palabras. Son, decía mi amiga, hechos. Implica un trabajo que no todos pueden/quieren afrontar. Por eso prefieren vivir en la fantasía de las idealizaciones, donde todo es un enamoramiento contínuo. La atracción, por grande que sea, no equivale a amar a alguien. Sin embargo, pienso que en una atracción que sea a la vez física y de alma, sí existe el amor, podamos verlo o no. Hay grandes problemas de miopía en esta época, y no tiene que ver con las largas horas pasadas frente a los monitores precisamente. Somos demasiado escépticos, demasiado racionales, demasiado irónicos, demasiado posmodernos para el amor. Estamos tan liberados que lo que nos cuesta no es encontrar frenos, sino estímulos, como decía con palabras mucho mejores Baudrillard (acá tengo que poner un link a su artículo Después de la orgía, si lo encuentro...como venimos hoy con las referencias, pareciera que estamos a un pasito del pornoblog...todos los que piensen eso salgan YA! :)


Hoy tuvimos una conversación a la hora del almuerzo...ah, pero qué conversación. Muy resumidamente, y sin ahondar en los múltiples ejemplos que surgieron, el tema era las actitudes sexuales de las nuevas generaciones, que nos dejan a los de 30 para arriba con una líbido cercana a la de la novicia rebelde...Resulta que ahora las adolescentes no quieren versos de amor, se cansaron de sus madres y hermanas mayores que escuchan a Luis Miguel (algo bueno tenía que tener el asunto!), se cansaron del verso y quieren sexo sin vueltas. Pero no sexo así nomás con un novio o pibe x, no, quieren experimentar con relaciones múltiples, homosexuales, swingers...Es como que están aburridas antes de empezar...la posmodernidad, vio. Mis compañeros parecían divertidos, pero un observador más agudo habría podido leer el pánico en sus rostros. Es la peor fantasía, la mejor pesadilla del macho argentino hecha realidad...

Pero bueno, disgresiones aparte, esto venía a cuento de ilustrar que, con semejante panorama, definir lo que es no ya el amor, sino la atracción, se complica...como vivimos en la era de la información, tratamos todo lo que ingresa a nuestro sistema como información, información que tenemos que conseguir, y el sexo no es una excepción. La gente, en su mayoría, está o bien atiborrada, o bien aburrida, o bien confundida acerca del sexo. Esto sucede porque en la mayoría de las relaciones, de las casuales a las instituídas, el asunto tiene ya muy poco que ver con el amor y sí bastante con el poder y la supervivencia (emocional). Sí, señores, porque no es moco de pavo sobrevivir a esta cotidianeidad tan linda y artificial que nos hemos construído...

Bueno, pero tampoco quería hablar puntualmente de sexo ;) Es que, ni bien uno tira un poco de la madeja, sale todo el entramado de links! Obviamente que esto tiene que ver con la magia, también. Si leyeron hasta acá y les interesa el tema pero ya están aburridos de tantas idas y vueltas, un consejo: bájense la peli, o alquílenla. Es mejor que todo lo que yo pueda contar.

Para ir redondeando (uffff...al fin!), parece que desde una lógica racionalista el enamoramiento sería la fase de magia (Freud diría de estupidización, pero bueno, vamos a obviar a este buen señor burgués que no me es del todo simpático), mientras que el amor propiamente dicho correspondería a una reducción de la magia compensada por el aumento del conocimiento del otro (termina lo ilusorio y empieza lo real. Chan) Dicho de otro modo, es ahí realmente cuando dejamos de fantasear y podemos realmente conocer a otra persona y eventualmente amarla por lo que es. O también: sólo podemos amar verdaderamente lo que conocemos verdaderamente. Sin embargo, hay algo en este razonamiento que no me cierra, y es que, como todo lo racional, deja de lado lo espiritual. Y eso es justamente lo que nos perdemos. Lo que minimizamos. Recuerdo muy claramente las veces que he sentido, momentos muy puntuales, que estando con alguien todo se iluminaba de pronto, sin saber porqué. Eso es magia. Es amor, también. Y ahí va mi teoría: podemos sentir amor aunque no amemos puntualmente a alguien. Y claro que eso engancha, y uno lo atribuye al otro, y ahí el terapeuta de turno pone el grito en el cielo, porque claro, en esta lógica mercantilista de las relaciones en las que vivimos, antes de decidir lo que uno siente o deja de sentir tiene que evaluar lo que da, lo que recibe, etc, etc, a riesgo de convertirse en dependiente, neurótico o masoquista. (estas reflexiones son las que me hacen felicitarme por haber terminado mi relación con los discípulos del buen señor burgués!) Lo que importa, finalmente, no es la circunstancia, ni el otro, ni nosotros, sino ese momento, esa luz. Eso hace que todo valga la pena. Pero hay que saber soltarlo también. Estamos culturalmente condicionados para apegarnos a esos momentos, para querer poseerlos, y es como querer impedir que el viento arranque las hojas de los árboles. El problema es que no entendemos la naturaleza de las cosas y queremos moldearlas a lo que (creemos) es nuestra naturaleza (que no es tal, sino cultura). Por eso me gusta la filosofía oriental de simplemente sentarse y observar en quietud, sin crítica ni apego. Y terminó siendo un post de Withman en un jardín zen...en fin.

No sé muy bien qué es amar a alguien. Pero tengo una idea de lo que es el amor. El amor no son palabras. Nunca son palabras. Es un momento luminoso que pasa, porque pasar es la naturaleza de los instantes, a través del alma de aquel que sabe percibirlo.

Las mujeres somos puentes a esos momentos de luz. Están, biológica y espiritualmente, más cerca de nosotras. Y sips, los hombres se la pasaron siglos guerreando (bah, creo que andan en eso todavía), compitiendo en torneos a ver quién tenía la lanza más larga, en fin, esas cosas, mientras nosotras paríamos hijos, tocábamos la lira y hablábamos de hombres con nuestras amigas...(¿revolución sexual? ¿cuál revolución?). En tanto las mujeres ignoremos nuestro rol de mediadoras y sigamos jugando a las víctimas o masculinizándonos, no podemos ayudar a los hombres a cruzar esos puentes (el puente hacia el infinito, como decía Richard Bach, y con esta cita pierdo definitivamente a todos mis posibles lectores intelectuales....chauuuuuuuuuu). Y, gente, lamento decir, pero algún puente o algo hay que inventar, porque tal y como estamos administrando el mundo en que vivimos, estamos en el horno mal...ecológica, política, social, emocional y por supuesto espiritualmente hablando. Eso es lo malo del paradigma de la masculinidad (el odio, la guerra, el individualismo), igual que lo malo del paradigma de la femeneidad es la victimización y debilidad que permite que lo anterior exista (hablo en términos abstractos).

Lucía (adivinaron, la de la película) es una de esas mujeres valientes que tienden un puente sin preguntarse hacia dónde...ella tiende un puente porque sabe que puede hacerlo. No importa si le va bien o mal. Ojo con mujeres así, son las que son verdaderamente poderosas (no Condoleza Rice o las que tienen tetas de silocona...cuac!).

Y sí, me gustan los paréntesis y me la banco ;)

6 comentarios:

Anónimo dijo...

WOODY ALLEN DICE, CASI AL TERMINAR UNA PELICULA DE LA CUAL NO RECUERDO EL NOMBRE:

"HAY QUE TRATAR DE HACER QUE LAS COSAS SALGAN BIEN EN EL ARTE, PORQUE ES MUY
DIFICIL EN LA VIDA".

TERMINA LA PELICULA DICIENDO QUE "LAS RELACIONES DE PAREJA, SON SIEMPRE
DIFICILES Y COMPLICADAS, PERO QUE UNO SIGUE EN ELLAS PORQUE ES NECESARIO QUE
ALGUIEN NOS ILUMINE".

Anónimo dijo...

Que tal si empezamos dialogando con el texto?

ndependientemente del tipo de relación, ya sea casual o “formal”, una mujer SIEMPRE desea ser percibida como especial por el otro.

Hay estas chicas... A esta altura del partido comenzar por la generalización acercaría esta iniciativa a un lugar parecido a la nota de la revista
viva, mencionada mas adelante por la escandalosa afirmación de "ya no quedan hombres!!!".
Pero respetemos el punto de vista, para ir rompiendo el hielo.

Chicos, a ver si nos entendemos, no tiene que ver con ser la novia, con compromisos ni nada por el estilo. Necesitamos (por lo menos las mujeres apasionadas, sensibles y profundas), generar relaciones que tengan el mismo nivel de apasionamiento, sensibilidad y/o profundidad, así sean de una noche. Lo que nos mata es descubrir que no pudimos despertar en el otro el gen mágico que lo habilita para percibir lo que hay de especial en nosotras.
Las relaciones tienen que ser especiales. Ya hay bastante basura cotidiana en nuestra vida, no? (que me perdonen Agnès Heller y todos los que hallan que la vida cotidiana es una cosa de lo más interesante: no lo es). Eso, y ciertos contactos con el arte y la naturaleza son la única puerta que tenemos los que no somos brujos ni magas (por lo menos, no en esta vida), para acceder a la dimensión mágica de las cosas.
Si las relaciones son un aprendizaje, es, por cierto, de lo más frustrante descubrir que un hombre no aprendió nada con nosotras. Claro que, como consuelo, podemos pensar que esto se debe más a su condición de madera balsa que a otra cosa.


Alto la acción.
En este punto habría que presumir que la doncella decpcionada ha llegado a tener algo con el pedazo de madera balsa, lo que presupone es que algo de ese envase (tosco, aspero, pero al menos liviano como lo es la balsa) ha tocado el corazón de la princesa. Al menos que ella confiese que algo, digamos, mas genital, también puede haber provocado tal acercamiento. Algo no necesariamente divorciado de esa cuota de magia pedida por nuestra querida blogger.
La pregunta es que clase de ingenuidad ostenta la princesa al descubrir la cualidad de la madera justo después de descubrir que ese ignorante pasatista "no ha aprendido nada" luego de pasar al menos una noche con ella. Sopesando la calidad intrínseca de su prosa y su autorretrato-icono del manga no puedo imaginarla ignorante de la condición de ese hombre solo a metros de conocerlo. Seguro que ella fue capaz de sacarle la ficha al instante. Pero lo que no se anima a admitir es que esa magia no es lo único que provoca un encuentro. No será que lo que provoca tal enojo no es o tra cosa que el hecho de que el susodicho no quedara absolutamente facinado y sediento de mas de la Diosa pretendidamente encarnada en ella misma?

Eliana dijo...

Y ahí volvemos al principio...necesitamos sentirnos especiales! Una diosa no necesita: da. Nosotras somos simples mortales, y necesitamos...y a veces esa necesidad nos lleva a pedirle peras al olmo. De lo cual, obviamente, sólo se nos puede responsabilizar a nosotras mismas.

En un libro delicioso sobre el Japón de la era Heian, El libro de la almohada (en el que se basa la peli de Greenaway Escrito en el Cuerpo), uno de los amantes de la autora-protagonista Sei Shônagon, le dice más o menos esto: una mujer sólo puede amar un hombre que haya sabido ver lo que hay de especial en ella.

Es cierto que las generalizaciones son odiosas, pero bueno, son una manera (un poco absolutista, sí, y eso quiero tratar de corregirlo) de reforzar una hipótesis. Yo hoy por hoy pienso eso, que esa necesidad de sentirnos especiales es muy, muy femenina y marca muchas cosas...pero, quién sabe, tal vez me hagan cambiar de opinión!

Ahí viene entonces el punto: cómo se puede estar conectada con la magia, y a su vez necesitar. Necesitamos cuando nos sentimos inseguras, cuando no nos sentimos amadas: el amor es lo que nos hace recordar que podemos generar magia, que podemos ser un poco como la Beatriz de Dante, en vez de andar a tientas por el mundo victimizándonos y quejándonos de los hombres, de esto y de lo otro como solemos hacer...

Hay otra cosa (otra especie de teoría mía), de la que me gustaría hablar en otro post, pero la voy a mencionar aunque sea ahora porque creo que viene al caso. Por qué pedirle peras al olmo? Por qué esa necesidad insidiosa que tienen muchas mujeres, y también algunos hombres, de ir a buscar el amor en los lugares aparentemente menos indicados o con personas que sabemos que tienen dificultades para experimentarlo? La explicación terapéutica sería, claro, que nosotros también tenemos dificultades. Yo tengo una explicación más espiritual, que acaso se pueda superponer con la otra: el amor es transformación. Dice Zigmunt Bauman en Amor Líquido, un libro que estoy leyendo ahora: “el amor no encuentra su sentido en el ansia de cosas ya hechas, completas y terminadas, sino en el impulso a participar en la creación de esas cosas.” Creo que, con nuestras dificultades a cuestas y todo, y como el amor no es una decisión racional (cosa que parecen ignorar a menudo los terapeutas cuando nos instan a buscar x tipo de relación en vez de tal otra, haciendo listados de requisitos como si fueran la lista de la compra), algo de este deseo de autotransformarnos y de transformar al otro (no cohercitiva, sino fluídamente, porque el amor es fluidez) se filtra en nuestras elecciones, y podría ser lo que nos insta a elegir a alguien donde vemos, no la madera perfecta y pulida, sino (mejor cambiemos de metáfora, porque con la madera se complica...jaja!) Pongamos: no el vino ya añejado en tonel de roble, sino un vino que todavía necesita estacionarse, reposar, para adquirir su verdadero cuerpo y aroma (igual, que me corrijan los expertos porque no sé gran cosa de hombres, digo de vinos :)

Anónimo dijo...

La verdad es que es un placer leer algo tan profundo y certero, ya sabes que me enamore de vos, aca solo lo estoy haciendo publico.

ML

Anónimo dijo...

Siguiendo la idea de fa, empiezo dialogando un poco con el texto, al menos con una parte de él:

Por qué arrogarse cómo deseo femenino la necesidad de sentirse especial? O la necesidad de ver despertar la magia en el otro? Las relaciones pueden ser tomadas como un paréntesis de la cotideaneidad, al menos en su inicio; un paréntesis de luces o aromas donde el cotidiano se aparta y empieza otra historia, una tejido de seducción, de descubrimiento y novedad.

O quizás no.

Poner sobre los hombros (o los hombres, en este caso) la responsabilidad de traer de nuevo la magia a la vida desabrida de la coteideanidad, es demasiado. Si bien la fotografía puede ser la forma de fijar la belleza que pasa de largo bajo la mirada cotidiana, requiere de un ojo cotidianamente despierto, o al menos en algunos momentos. Un ojo que pueda ver la veta de belleza, o magia, en la pared de piedra de la realidad diaria, extraerla, pulirla y darle forma. Sin embargo no deja de ser un registro de lo que existe, de lo que está pero se nos pasa, absorvido el vórtice diario. Por qué no restituir la magia en la coteideanidad y simplemente compartir eso, encontrar una relación donde compartirlo y no para vivirlo.

Muy pocos no tienen un otro de papel, una suerte de guión o un "debe ser" de la relación que buscan. Entonces caemos, alguna vez al menos, en el lugar común de enamorarse del amor, de entramar un tejido de palabras, de sensaciones y de deberes del que está en frente tan denso, que no permite palpar la realidad del ser que vive del otro lado del discurso. Una niña, Carlota, se transforma en un ícono de perfección en la musa, Dafne, que inspira y en el amuleto que prodiga la magia, sin embargo, al rasgar el tejido se vuelve parte de una la insoportable coteideanidad de la cuál ella misma era el escape, perdiendo así su razón de ser.

Entonces hay una dicotomía estas dos ideas, por un lado la necesidad de sentirse permanentemente especial y a través de eso, salir del cotidiano que nos pinta de mujeres y hombres grises sin una posibilidad de escape. Por el otro la necesidad de sentirse amada tal cuál es, sin reresentaciones de por medio.

A la mujer de carne y hueso, según el texto, no le interesa dejar de ser musa-o princesa de papel-,es más lo que quiere es siempre ser Dafne y nunca Carlota. Esa es la forma en la que quiere ser amada, el portal que permite escapar del desabrido día a día es el otro, pero no el otro en sí, sino la proyección del otro sobre su ser amado, o sea la mujer misma

Y acá es donde el romanticismo alemán y todas sus secuelas, nos hiere de muerte. El amor debe ser todo, debe inundarnos y reemplazar la realidad. Los sentimientos y los deseos, son puros y despojados de condicionamientos sociales y culturales, deben ser seguidos hasta la profundidad de la mina en busca de esa veta carmín de rubí, que, una vez encontrada extraída y debidamente pulida, cambiará nuestra forma de ver el mundo, permitiéndonos escapar del barro y el asfalto con el sólo hecho de mirarla, o de ser mirada por ella?

Según el texto, la mujer es, de forma afirmativa, el puente, el rubí. Es su rol indudable, mientras que el rol del hombre es el de un animal guerrero y terrenal, incapaz de acceder a la espiritualidad si no es a través de la mujer, incapaz de pensar en sexo sin pensar en porno. Pero a su vez es el responsable de cruzar el puente, porque ?qué sentido tiene un puente si no es cruzado? Es el responsable de encontrar el rubí y pulirlo día a día para que no pierda su brillo. Entonces él es peatón y puente a la vez, lo mismo que ella.

La chica vivaz que se baja del tren en una ciudad extraña porque simplemente quizo vivir una noche interminable con un extraño. Esta mujer-niña de sonrisa pincelada, es capaz de arrancarlo del simple discurrir, de enseñarle a creer en la magia y a ver cada pequeño detalle de una realidad cotidiana y singular a la vez, es el puente y él la mira como tal. Varios años después, esta niña se vuelve una persona amarga, que no ha "sabido ser descubierta", por los hombres. Sin embargo, él, ahogado en el asfalto gris, busca respirar y la busca. Esta vez, ambos pueden redescubrir la magia, muy debajo de capas de magulladuras y resentimientos, por el simple hecho de decidir quedarse escuchando una guitarra. Ambos pueden compartir una ruptura de sus realidades para ver la esperanza de la magia cotidiana en lugar de buscar ser salvados por el otro.

Creo que me salió muy intelectualoide, no? ;)

Eliana dijo...

A ver...entiendo cuál es el punto de tu comentario. Me gustaría aclarar que yo a veces tiro cosas que suenan muy dogmáticas a propósito, para tratar de generar polémica (qué bueno que funciona! Jaja), no porque yo realmente piense que las cosas sean blancas o negras (de hecho, adoro la gama de los grises, y me parece que es justamente esa gama la que define el signo de los tiempos en que vivimos).

Por supuesto que la necesidad de sentirnos especiales y en alguna medida trascendentes (en forma más o menos consciente) es, más que femenina, humana. Lo que quería apuntar es que, por una cuestión cultural, suele manifestarse en forma diferente en los hombres que en las mujeres, en lo que hace al ámbito de las relaciones (no voy a hablar de la necesidad de trascendencia a través de la realización personal). Durante siglos las mujeres han sido valoradas como “cositas lindas”...entonces hoy por hoy eso (la necesidad de ser valoradas objetualmente de acuerdo a los parámetros sociales) convive con la necesidad de ser valoradas subjetivamente, de reivindicarse por lo que perciben que son en verdad (reivindicaciones que, recordemos, tienen un origen bastante reciente). Y claro, genera cortocircuito. Por supuesto que es incoherente. La condición posmoderna está llena de incoherencias...

Los hombres, por contraste, siempre fueron valorados socialmente, por parámetros que tenían que ver fundamentalmente con lo político y lo económico (o, más claramente, con el poder). Para aclarar las cosas, me parece que históricamente tanto hombres como mujeres han sido valorados socialmente por parámetros erróneos, o lo que es lo mismo, por parámetros convenientes a intereses económicos y políticos. Si alguien se extraña de que las relaciones sigan una lógica mercantilista...bueno, queridos míos, todo en este mundo sigue esa lógica! El tema es darse cuenta y encontrar la manera de zafar! Se esperaba que los hombres llegaran al éxito social (económico) a través de su intelecto, y se esperaba que las mujeres hicieran lo mismo a través de su cara y su cuerpo. Ahora no es diferente, es sólo que, como la moral burguesa está “out” (que no es lo mismo que decir que está desactivada por completo, ojo al piojo), la situación está blanqueada y a todo el mundo le parece lo más normal que cualquier chica se haga las tetas para lograr o manener un status.

Yo personalmente preferiría valorar a las personas por su inteligencia, generosidad, sensibilidad, creatividad, integridad, sinceridad...es más, creo que las personas dotadas de esas cualidades deberían ocupar en la sociedad un lugar de preferencia (hace rato que vengo insistiendo con eso, pero bueno, la sociedad no me hace caso!) Así que bueno, como no me dejan opción, voy por el mundo preguntándoles a los hombres cuánto ganan y qué auto tienen, y a las mujeres si van al gimnasio y se hacen limpieza de cutis... ;) Entiéndanme, yo soy un producto (sí, un producto, una COSA!) de esta sociedad, y ya saben cómo trata la sociedad a la gente que opta por el “libre albedrío”...

Ustedes dirán...qué es lo especial entonces? Qué es la magia? No es, como dice D, algo que se construye de a dos, a partir de lo cotidiano y no de un intento de superación del mismo? La magia es algo del dominio de lo femenino? Y...pensemos que la Inquisición pasó a cuchillo a muchísimas más mujeres que hombres, y eso sin duda quiere decir algo...históricamente siempre ha existido un temor a lo femenino (no lo femenino social, sino lo femenino esencial), razón por la cual las mujeres han sido sistemáticamente subyugadas y estigmatizadas, por las grandes instituciones y los grandes pensadores, durante siglos (hasta que dejó de estar de moda...porque todo es una moda también, saben....) Ahora eso no es cool :). Y por qué, por qué tanto encarnizamiento con unas criaturas dotadas de menor fuerza física que los hombres, harto fácilmente dominables? Si Dios (sí, ese tipo barbudo que mató Nietzsche) dotó al hombre de mayor fortaleza física, no sería lógico pensar que, para compensar, dotó a la mujer de mayor fortaleza emocional? Pero...eso es un problema en un mundo donde todo se rige por la fuerza! Cómo se domina algo si no es (exclusivamente) por la fuerza –es que hay gente que es jodida, eh, le pegás y sigue siendo igual...–? Se le hace creer que es inferior...eso los colonizadores lo sabían muy bien. La historia de nuestro mundo es una historia de guerras, conquistas, odios, poderío militar y económico. Es el paradigma de la racionalidad y de la fuerza. Todo lo que hay y ha habido de bueno y bello en este mundo es una maravillosa excepción, y milagrosamente es mucho todavía...Igual, nos las arreglamos para aniquilar buena parte de la Naturaleza en la que vivimos (vivíamos, bah), y del amor que somos capaces de sentir y expresar hacia los otros y hacia nosotros mismos. Ustedes creen que una cosa no tiene nada que ver con la otra? Yo creo que sí...

Una mujer es mágica cuando puede reivindicar lo que esencialmente es, con la magia que es capaz de producir (y creo que es algo que una mujer que haya dado a luz puede saber muy bien) cuando sigue a la Naturaleza (como esas brujas que conocían sus secretos, y los utilizaban para curar, porque la curación es un acto de amor también), a su corazón, y no a los preceptos cosmopolitan que le dicen que lo importante es que tenga la cola parada, orgasmos múltiples y un ascenso (ah, sí, mis queridas, antes era tener la cola parada solamente, ahora miren en qué lío nos metimos con la famosa liberación!). Se entiende? La magia sucede cuando podemos desprendernos de todos los miedos, valoraciones, egoísmos y confusiones que son parte de la cotidianeidad en que vivimos (es en ese sentido que yo arremetía contra la cotidianeidad), de todo lo que tiene que ver con lo cuantitativo en vez de con lo cualitativo...ésa es la lógica de las sociedades de consumo, pero quién dijo que sea la esencia del ser humano? Vivimos confundidos con los espejitos de colores que agitan permanentemente ante nuestros ojos...¿cómo podríamos no estar confundidos con respecto a nuestras relaciones?

Alguna vez leí que la magia es algo que sucede en el espacio, aún inviolado, donde un hombre y una mujer hacen el amor. Algo de eso hay...el problema es que muchas veces, cuando hacemos el amor, también tenemos la lógica mercantilista de posesión-sumisión-cantidad presente! Prometo abundar sobre este tema en próximos posteos. (voy a hacer como hacen en la tele, a ver si poniendo más sexo levanto los raitings del blog...jeje)

De todas maneras, yo he podido rescatar otros muchos momentos donde algo del orden de lo mágico se produce...básicamente, cuando algo (sumergirse en un lago, leer un poema, escuchar una música, despertar una mañana de sol y ver el mar...) o alguien nos conmueve. La magia está en la capacidad de conmovernos, de dejarnos ser (como decía Lennon). Para eso a veces es necesario apartarse de la cotidianeidad, o mejor dicho, aprender a mirarla con otros ojos, o, como decía alguien, a sacarle el polvo de la costumbre.

 
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