martes, octubre 03, 2006

Desde Grecia con Amor (por fin, un post sobre SEXO ;)

La diosa de las mieses

Las mujeres subimos y bajamos como olas. Esto no es invento mío, ya lo dijo John Gray en su best seller Los hombres son de Marte, las mujeres son de Venus (cómo? todavía quedaban intelectuales en el blog? Chau, chau, chauuuuuuuuu!). Saben, a mí no me importa de dónde viene el conocimiento, siempre que encuentre en él algo que me parezca verdadero, o por lo menos útil. Decía, entonces, que las mujeres somos como olas. Un momento estamos felices y al instante siguiente podemos estallar en lágrimas. Una mujer afinada como un violín puede atravesar una asombrosa gama de estados emocionales en un día, en unas horas, mientras los demás en el mejor de los casos intentan no ya entenderla, sino siquiera seguirla. Nuestros cuerpos son atentos, perceptivos a lo que pasa dentro y fuera de nosotras. Tenemos cambios hormonales, nos afectan la luna, los solsticios, los equinoccios. Y lo más increíble, podemos albergar una vida en nuestro interior. Si la cultura en la que habitamos no fuera el desastre que es, las mujeres serían consideradas no objetos de deseo, sino de respeto, por su extraordinaria conexión con la naturaleza. Claro que para que eso fuera posible, sería necesario, entre otras muchas cosas, que nosotras nos diéramos cuenta de que eso es algo mucho, pero muuuucho más importante que tener la cola parada o hacer un curso de posgrado para lograr un ascenso.

Es una lástima que hoy en día estemos anestesiadas con respecto a esa conexión. A veces, cuando nos enamoramos, cuando nos sumerjimos en el mar o contemplamos la llanura en silencio, la recordamos súbitamente. Creemos que debemos ser lindas, sexys, inteligentes y divertidas (la chica cosmo, bah), pero no nos sentimos obligadas a estar conectadas más que al messenger...Creen que es una casualidad que para los griegos, las deidades más vinculadas a la naturaleza, como Artemisa y Démeter, fueran mujeres? Yo creo que no. Démeter era la responsable de hacer que las cosechas germinaran y los frutos maduraran. Esto es más que una metáfora. Las mujeres somos, o deberíamos ser, responsables de la germinación y maduración de las cosas naturales: no sólo de un hijo; también del sexo y del amor. Por qué? Porque biológica y emocionalmente es más cercano a nosotras. Nos pasamos la vida quejándonos de que los hombres esto y lo otro, porque en realidad nos resulta más cómodo seguirles el juego, seguir en nuestro lugar de objetitos o sujetitos masculinizados en el mejor de los casos, que animarnos a plantear otros juegos, otras reglas que no sean las socialmente convenidas.

El precio de esa ignorancia es realmente muy caro. Olvidamos quiénes somos esencialmente, y comenzamos a comprar el personajito que nos venden los medios acerca de lo que se supone que debemos ser. Creemos que así seremos felices, y en el mejor de los casos es, claro, la felicidad de los lirios del campo que mencionaba en Andrea y los chanchos. Pero, saben, creo que ni siquiera, porque justamente, como por algún milagro nuestra conexión con la naturaleza no nos ha abandonado con el cambio de milenio, siempre hay algo que nos hace ruidito cuando la estamos pifiando. El sexo es, me parece, uno de los barómetros más exactos en este sentido.


El sexo según Patricia

Creo que existen básicamente dos tipos de sexo: el que prioriza la cantidad y el que prioriza la calidad. El primero es, claro, el que está más instalado en nuestra sociedad. Los que no están en pareja viven pendientes de cómo y con cuánta gente tener sexo: los que sí lo están, se empiezan a preocupar por si cogen lo suficiente, si prueban suficientes posturas, si lo hacen lo bastante seguido. Pero, como la sociedad es muy guachita, paralelamente nos tira mensajes de lo increíble que es el sexo cualitativo, o sea, el sexo con amor, aunque ella no tenga ni la más remota idea de qué se trata exactamente (generalmente es algo con gente muy linda que suspira mucho y se besa apasionadamente frente al fuego de una chimenea encendida (sí, las metáforas están a cargo de Agulla & Bacceti), despertando al día siguiente abrazados y levantándose para ir al baño cuidadosamente envueltos en sábanas de satén). Mientras, vemos día a día cómo el sexo, descontextualizado, emancipado de sus significaciones primigenias como diría Bauman, se convierte en una especie de delivery. Con la misma facilidad que pedimos una pizza, podemos levantar y teléfono y dibujándola un poco (porque bueno, tampoco es cuestión de ser obvios, queda mal y es poco erotizante), pedir un delivery de sexo. Un service, dice una amiga mía. Gratis, claro. Ésa es la mejor parte. Como ahora ya no es necesario tanto adorno, sino simplemente “por qué no te venís a casa, tengo un vino, vemos un video...”, a los hombres se les allanó mucho, pero muchísimo el camino. Como desde hace unos años se empezó a asumir que las mujeres también tenemos deseos sexuales y no somos sólo unas cositas que abren las patitas, resulta que a nosotras también. Qué bueno. La mala noticia es que todo esta abreviación del trámite no nos garantiza tener buen sexo. Más bien suele ser lo contrario. O, para ser más exactos, en el caso de las mujeres, la probabilidad de que funcione es inversamente proporcional a cuán conectadas estemos con nuestra esencia. Voy a tratar de explicar un poco.

Yo dije que existen básicamente dos clases de sexo, uno más cuantitativo y otro más cualitativo. El primero es masculino, y el segundo femenino. Esto tampoco es invento mío, lo dice la Dra. Patricia Allen en su practiquísimo librito Cómo llegar al “Sí quiero”, una regalo de mi mamá, como todas las madres, preocupada por la vida sentimental de su hija, tan incomprensible para ella como un crucigrama chino (es que en la época de nuestras mamás, era todo tan sencillo...). Por cierto que he estado a punto de tirar el librito en cuestión a la basura varias veces. Vieron cómo son los yanquis, no les interesa saber si las cosas están bien o mal, mucho menos preguntarse por qué son así. La palabra filosofía no está en su diccionario. Ellos buscan soluciones, cosas que funcionen, y éste es el enfoque de Patricia (y de John, y de todos los libros por el estilo que he leído hasta ahora). Por eso a mí me hacen ruido, porque así no hay manera de aspirar a mejorar las cosas, sino en el mejor de los casos a perpetuarlas. Y, cuando uno tiene un modo de ser que entra en conflicto con cómo son las cosas y encima es más bien rebelde e idealista, se complica...Cuando terminé de leer el libro, mi pensamiento fue: Ok. Así que así es como se hace para “cazar a un tipo” (prometo, un día, post aparte sobre esto, porque es muy divertido y las metáforas que usa son imperdibles...creo que no lo tiré aún por eso!). Ahora: para qué querría yo cazar a un idiota que va a caer con semejantes boludeces? Comentario aparte para las chicas: vieron ese lugar común de que “los hombres son de libro”? Bueno, lo que hace Patricia es leerte el libro (no son muchos capítulos, como se imaginarán) y regalarte además un manual de instrucciones, que no difiere mucho de esos consejos de mamá que nos parecían ridículos cuando éramos adolescentes. No es que Patricia se equivoque: tiene absoluta razón (como mami), y su libro funciona con gran efectividad con el hombre promedio (el problema es, nuevamente, si a una el hombre promedio le parece un idiota aficionado a masticar margaritas).

Patricia dice que a las mujeres en general les satisface más lo que ella llama “el sexo rueda”. O sea, una experiencia a full, con los cinco sentidos, donde puedan soltarse emocional y físicamente. De más está decir que eso generalmente no se da con el chico del delivery. Ya sé que no descubrió la pólvora y que eso ya está más o menos incorporado al acervo común, todo eso de que las mujeres morimos por las caricias previas y bla bla bla (si por lo menos supieran cómo tocarnos, o nosotras nos detuviéramos a explicarles...pero, total, para lo que va a durar...). También es de público conocimiento que “el hombre lo que quiere es ponerla, lo demás está medio de adorno”. La novedad es que ahora parece que hay cada vez más mujeres que parecen tener un deseo análogo: que se la pongan y ya. Y si es sin besos mejor. Raro? No...a mí me parece un claro caso de adaptación al medio. Yo creo que, más que asumir nuestra sexualidad, las mujeres estamos asumiendo la manera masculina de entender la sexualidad, que no es lo mismo. Ahora resulta que garchamos y ya. Y hasta nos gusta. Si total...el pibe es otro idiota más. Cuál es el problema entonces? Como en toda elección, lo que queda afuera.


El sexo según Susan

Mientras estemos en sintonía con el modo de ser de las cosas del mundo, no hay ningún problema, al contrario. A lo sumo cada tanto extrañaremos que alguien nos haga un mimo y un tecito cuando estamos enfermuchas. En otro librito yanqui, que tiene el sugerente título de “Cómo hacer el amor con placer” (ya los títulos lo dicen todo: soluciones, soluciones), Susan Crain Bakos habla específicamente del sexo emancipado. Dice (basándose, como buen libro yanqui, en varios testimonios) cosas como que no conviene mezclar los problemas domésticos con el sexo, porque de hecho lo segundo puede funcionar muy bien aunque lo primero no lo haga. Y que las mujeres muchas veces usan tontamente el viejo truco de “sé bueno y te daré tu galleta”, para conseguir que los hombres hagan cosas (desde cambiar el cuerito de la canilla a comprometerse), manipulándolos a través del sexo. Dice tontamente no porque eso no funcione (de hecho, funcionaba así en la época de nuestras mamás, y aún hoy en día tiene sus adeptos), sino porque la manipulación trae consecuencias indeseadas como desilusiones, confusiones y mal sexo o nada de sexo en absoluto. Para Susan, mal sexo es, claro, sexo sin orgasmos. Los orgasmos han pasado a ser el barómetro (el único barómetro) del placer sexual. Sobre todo desde que se descubrió que las mujeres también los teníamos, y por si fuera poco, que podíamos tener varios. En el libro de Susan hay muchas mujeres desmitificando el lugar común de que las mujeres nos sentimos vacías cuando “sólo se trata se sexo”. Que dicen inclusive tener que caretearla frente a sus amigas para no quedar mal...pero que para ellas, sólo sexo está perfecto. Mujeres que no se ruborizan al decir que se masturban (como le pasaba al personaje de Andie Mac Dowell en Sex, lies and video tapes), que piden y explican con lujo de detalles. Debo decir que amé ese librito cuando lo leí, me parecía el primer librito de su clase que tenía un mensaje algo más alentador para las mujeres que, por ejemplo, convertirse en una manipuladora part time para conseguir una relación (manipular para lograr algo verdadero...no hace ruido eso?). El mensaje era muy simple: disfrutá de tu sexualidad, dejando de lado preconceptos y trucos manipuladores. También, y ahí radica para mí el mérito del libro, se encargaba de aclarar que el hecho de que una mujer esté dispuesta y dedicada a obtener placer sexual no significa que deje de lado el objetivo de una relación. Sólo que ese objetivo no le impide disfrutar del sexo, mientras tanto. No todos los hombres dan para una relación, pero muchos dan para buen sexo, susurran Terry, Caroline, Sandy y otras chicas. Así que...aprovéchalo! Es muy bueno que se aliente a las mujeres a experimentar con su sexualidad, después de siglos de opresión e hipocresía. El único problema, para mí, es seguir tomando la sexualidad masculina como modelo. Además, recordemos: una cosa es yanquilandia (un matriarcado, y no por casualidad la cuna de Masters & Johnson), y otra muy distinta son estas pampas latinas. Varios hombres me han dicho que las chicas yanquis les parecen muy dispuestas al sexo, pero (yo cambiaría el “pero” por un “y por eso mismo”), poco erotizantes, poco sensuales. Acá todavía está muy instalado el ideal de la mujer objeto (camuflada en sus diversas variantes, algunas aparentemente muy “liberadas”), la chica sedal de pelo lustroso que ofrece sexualmente más de lo que demanda: la que elige las posiciones en la cama les da todavía un poquito de cuiqui, por más que se hagan los que no. La mujer que asume su sexualidad, que se brinda placer a sí misma, que lo busca, que lo pide, es una amenaza al mito del macho argentino, ya bastante resquebrajado de por sí. Y ahora de qué me disfrazo, ahora que no soy más el gaucho que revolea boleadoras? Ahora viene la china y hace malabares con mis boleadoras...

Un amigo de una amiga mía le dio el siguiente consejo: para tener mal sexo, mejor comprate un consolador. Ya sé que suena como algo gomoso, mecánico y frío, pero..acaso no es así el sexo delivery? Que sudemos y gimamos no significa que sea algo cálido, sólo que estamos excitados, y para eso ni siquiera es necesaria la presencia del otro. Les diré que, para mí, mal sexo puede ser inclusive sexo con orgasmos, pero de ese sexo que, como dice otra amiga mía, ni te suma ni te resta. Te quedás con la sensación de que era mejor quedarte en casa leyendo un buen libro. Lo que un día puede parecernos buen sexo, cuando estamos bien mundanas, bien chica cosmo (porque recordemos, oscilamos como ondas electromagnéticas), el día que estamos en línea directa con Démeter nos parece una pelotudez, una cosa sin sentido. Mal sexo. Para qué lo hicimos? Y, les digo algo, no hay cosa peor que transar con el sexo cuantitativo, cuando una en realidad está con ganas de sexo cualitativo. Pero, andá a explicarle algo de sexo a la manera oriental a un pibe que viene por dos horitas a ponerla un rato...Mal sexo, para el hombre promedio, es que no se le pare, o “garchar con una mina que no está buena”. O no acabar porque tomó demasiado.



Girls just wanna have fun...?


Lo malo, con todo, no es que estemos acostumbrados al sexo cualitativo, sino que a las mujeres, ésa clase de sexo nos formatea de a poco nuestro disco rígido original. El que venía con softwares como Sexo Rueda 2.0 y otros que ya no es tan fácil bajarse de internet. Terminamos por convencernos de que el sexo tiene poco de magia y mucho de técnica. No es una lástima? Y si fueran las dos cosas..? Y si eso no sucediera sólo cuando estamos enamoradas...? La dicotomía sexo plácate (me parece mejor llamarle así que cuantitativo) sin amor versus sexo con tiempo, intensidad, caricias y amor, no es una división muy tajante y muy burguesa? Sabemos empíricamente que lo es, porque no todo el sexo que tuvimos hasta ahora encaja fácilmente en una u otra categoría: hay matices. Aparte, ahí donde dice amor, en realidad debe leerse compromiso o relación formal. Lo que la cultura y la sociedad entienden por amor, es en realidad un contrato y/o un sentimiento más o menos irracional que nos agarra de vez en cuando, como la gripe o un resfrío. Nunca algo que fluye, que es lo que conecta las cosas vivas: nunca es la visión zen del amor. Yo digo, si pudiéramos pensar aculturalmente por un momento, si eso fuera posible: podríamos imaginar a un hombre y una mujer desnudos, intercambiando fluidos, sintiéndose, repirándose, sin que estuviera sucediendo ahí algo del orden del amor, podamos o no percibirlo?

Creo que es posible dar y recibir amor sin amar puntualmente a alguien, sin estar puntualmente enamorado. Creo que uno puede hacer eso cuando está conectado con la esencia de las cosas, no con su apariencia, algo que a nosotros, como miembros de esta sociedad, no es más que difícil. Tratamos al sexo como un bien de consumo, con la misma lógica mercantilista que aplicamos a todo: lo tratamos como si fuera algo en superficie, manejable, cuando es todo lo contrario...es una puerta a lo desconocido, o lo sería, si lo permitiéramos. Lo minimizamos, hacemos que sea como tomarse un café o lavarse los dientes (pero con orgasmos, eso sí. Saben qué es lo gracioso? Los condicionantes sociales son tan fuertes, que hoy se da la paradójica y risible situación de que a un hombre no le importes tres carajos, pero aún así...le importe que tengas orgasmos! Con él, claro, sino cuál es el chiste...). Después nos extrañamos de que el sexo no sea tan satisfactorio como imaginábamos, y entonces pensamos que la solución es tener más sexo, más orgasmos...No...Creo que la solución pasa por tratar de entender, de imaginar aunque sea, qué es el sexo, qué sería despojado de todo lo accesorio que le ha ido pegoteando nuestra cultura. Qué simboliza. La primera palabra que se me viene a la mente es unión. Para los tántricos, toda unión entre los principios masculino y femenino es sagrada. De por sí, de pleno derecho. Como ya matamos a dios hace rato, Nietszche mediante, la palabra sagrado nos eriza...Pero eso es justamente lo que estamos extrañando en nuestras vidas, sin poder darle un nombre, sin darnos cuenta la mayor parte del tiempo. Una dimensión donde las cosas tengan un significado. No el significado social, sino su significado esencial, primigenio, que es el más difícil de desentrañar, porque está totalmente desligado de las instituciones que conocemos, de la cultura que conocemos, de las cosas que hacemos habitualmente. Acaso porque es el verdadero, y llegar a la verdad nunca ha sido fácil para nadie.

Psiqué reanimada por el beso del Amor, de Canova, me pareció una bella imagen para este post, justamente porque representa la fusión del erotismo con el alma. Encontré este textito en la web:

«Imbuida de la creatividad y la generosidad de su hacedor -el Artesano del Timeo-, el alma (psyche) es, en el mito platónico, un ser inmortal que pierde, en el momento de su encarnación humana, su coordinación con los poderes del universo. Al identificarse con su cuerpo mortal se exilia de su naturaleza originaria, de sí misma y de su innata comunión con todo lo creado, «pierde sus alas», se dice en el Fedro. En El Banquete Platón nos presenta a un Sócrates que, tras una abrumadora confesión de ignorancia en prácticamente todo, se pronuncia acerca de lo único que dice entender: los misterios del amor y del deseo (ta erotika). Diótima, una sacerdotisa, le ha revelado la importancia de Eros, un poderoso daimon que antecede a la razón dictándole secretamente un curso y un objetivo que ella, por sí misma, no puede alcanzar: recuperar el mundo perdido».

(extracto del epílogo de Eros y Psique, de Antonio Betancor)

Creo que vamos a estar inhabilitados para alcanzar la plenitud sexual en tanto sigamos insistiendo con la escisión alma/cuerpo, sagrado/profano, frío/caliente, racional/irracional (hoy hemos logrado hacer del sexo algo racionalizado por demás) etc., etc. Todo eso es un invento del humanismo: no hay tal división. Las cosas del cuerpo son tan sagradas como las del alma, y de hecho las unas se potencian con las otras, no aisladas, no alienadas mutuamente. Es una lástima que sigamos tratando de encajarlas en moldecitos burgueses o posmodernos, tanto da para el caso.

No es Sócrates, sino Diótima, la que tiene la papa del asunto. Tampoco esto es casualidad. Diótima nos insta a recuperar un mundo perdido, el que precedió a los moldecitos que hoy nos complican la existencia. Diótima es, claro, una mujer sabia. Las alas de Eros no tendrían razón de ser si sólo sirvieran para mantenernos adheridos contra el piso: sólo lo tienen cuando nos ayudan a despegar de él. Eso es el amor, también: lo que nos ayuda a llegar a un lugar donde somos verdaderamente nosotros mismos: ni en la tierra ni el cielo: en la intersección de ambos. Cuando creemos ser sólo cuerpo, o sólo alma, nos perdemos irremisiblemente. Las negaciones y divisiones raramente encierran alguna verdad. La verdad es un todo.

Para los que tengan curiosidad por la fábula de Eros y Psique, que es una linda historia por cierto:

http://agrifonte.com/reinodelguisante/2005/02/04/eros-y-psique-i/
http://agrifonte.com/reinodelguisante/2005/02/06/eros-y-psique-y-ii/


 
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